Tasmania tierra de nadie
|Cuando uno piensa en Australia, imagina uno de los lugares más lejanos y apartados del mundo occidental, pero todavía falta un poco más, donde acaba la costa australiana, hacia el sur, está la isla de Tasmania, una joya verde para los amantes de la naturaleza virgen.
La agreste isla de Tasmania (470.000 habitantes en 68.300 km cuadrados) protegida por costas fragmentadas que encierran un salvaje territorio de montañas, cubierto de bosques alpinos, grandes valles, altiplanos, ríos, lagos y exóticos paisajes creados por las glaciaciones.
Sus costas fueron descubiertas en 1642 por el navegante holandés Abel Tasman, en cuyo honor lleva su nombre actual, pero no fue hasta 1801 que los ingleses la declararon colonia británica.
Los primeros asentamientos fueron en la bahía de Hobart y durante el siglo XIX fue colonia penitenciaria a la que arribaron aventureros, deportados y bandidos que paulatinamente eliminaron las colonias de focas y a los aborígenes provenientes de Asia que las habitaron durante milenios.
Cien años mas tarde, este estado australiano se convirtió en un enorme parque natural que aún posee una zona inexplorada en la parte occidental. Se trata de una de las áreas menos contaminadas del planeta, con costas azotadas por vientos antárticos que con el tiempo han moldeado a los árboles asomados desde los peñascos donde rompen las violentas olas del océano Pacífico.
Bajo los cielos de esta tierra planean gaviotas, petreles, golondrinas marinas y albatros, mientras que los pingüinos anidan en los peñascos y las focas se zambullen en el mar en busca de alimento.
Territorio rico en recursos, con importantes yacimientos de cobre, magnesio, zinc y estaño, y extensos bosques cálidos. Cuenta con una de las áreas de cultivo más productivas del mundo y buenos recursos pesqueros. Posee una reconocida industria especializada en la construcción de grandes ferrys y equipamiento para minería subterránea entre otros.
Hobart, la capital de Tasmania, está en el sur de la isla a orillas del Atlántico, al pie del monte Wellington y a orillas del río Derwent. Esta ciudad de 195.000 habitantes, fue fundada en 1804 (es la segunda ciudad más antigua de Australia) por lo que conserva construcciones intactas del siglo XIX, tiene un activo puerto y está rodeada de bosques y praderas.
Más de un tercio de la superficie de Tasmania ha sido destinada a reservas. La belleza natural de sus costas, lagos, montañas y bosques atraen más de medio millón de visitantes al año que tienen la posibilidad de practicar actividades como: trekking, montañismo, rafting, pesca (en mar, ríos y lagos), esquí, golf, ciclismo y buceo.
Los balnearios de la costa este, el valle de Huon con sus cultivos de manzana, las montañas y apacibles lagos de la costa oeste, o el monte Cradle, destino preferido de los escaladores, son algunos de los escenarios que no debe perder.
Quienes tienen espíritu aventurero deben probar el popular trayecto Overland Track, que con sus 76 km cruza la isla de norte a sur, desde el monte Cradle el lago St. Clair.
Recorriendo un sinuoso paisaje a través de montañas volcánicas, ríos, densos bosques y lagos de agua cristalina, tendrá la posibilidad de ver un trozo inexplorado de naturaleza y una gran variedad de animales entre los que se encuentra el famoso demonio de Tasmania.
El verano (diciembre a febrero) es la mejor época para visitar la isla, la temperatura varía entre los 12 y 21 grados. Evite ir en septiembre u octubre por las lluvias.
Cuenta con múltiples hoteles, moteles, apartamentos, albergues y los conocidos bed & breakfast. Para movilizarse encontrará un eficiente servicio de autobús urbano e interurbano en Hobart, Devonport, Launceston, Burnie y Wynyard, o si lo prefiere hacer uso del servicio de alquiler de autos.
En cuanto a como llegar, además de los vuelos desde Melbourne, Sydney y Nueva Zelanda, puede utilizar el ferry que cruza el Estrecho de Bass, de Melbourne a Devonport.
Autor: Martha C. Reed